Algo que nunca
conté…..
- Pues no. Esto no es lo que yo imaginé… pero por algún sitio se empieza…
Mientras los motores ronronean
monótonamente, Álex repasa los últimos años de su relativamente corta
existencia. El aburrimiento del crucero y la oscuridad exterior dan lugar a
que, a pesar de estar con todos los sentidos alerta, su pensamiento vaya más
allá del minúsculo puntito que esa noche sobrevuela la zona interior de
Valencia.
Sus recuerdos se remontan a unos meses
atrás, cuando recibió su licencia de Piloto Comercial ,el objetivo de su vida y
con el que había soñado desde que era un niño en su Castelldefels natal y veía
a los grandes reactores hacer la aproximación a la 07 de El Prat.
Sus amigos siempre lo habían
considerado un bicho raro. Cuando se aproximaba uno de esos ruidosos chismes,
todos seguían jugando.
Todos…
excepto él.
Dejaba de prestar atención al partido
de fútbol y contemplaba extasiado el paso del avión. Por aquel entonces ya lo
tenía claro: pilotaría uno de esos preciosos pájaros.
Su familia, sin ningún tipo de
tradición aeronáutica, le apoyó en todo momento. Gente humilde que hizo grandes
sacrificios para que pudiese acceder al sueño de su vida, a la razón de su
existencia: pilotar aviones.
- Y no ha sido fácil,
no…- piensa, mientras repasa mecánicamente y por enésima vez los indicadores
suavemente iluminados del panel de la King Air.
No, no lo había sido. Había estudiado
mucho, mientras sus amigos se iban de fiesta, tenían novias, corrían con sus
motos….Su peor recuerdo, cuando suspendió un examen de IFR. Había estado a
punto de abandonar. Tenía que agradecer a su instructor que le impidiera
hacerlo.
- Alex, tú has nacido
para pilotar – le había dicho-. Este tropiezo no es nada. He entrenado a
cientos de alumnos y sé reconocer a un piloto natural de un piloto artificial.
Tú no eres de estos últimos
Ahora reconocía que, su a veces odiado
instructor, el que le hacía repetir las maniobras una y otra vez, el que le
abroncaba por nimiedades, había sido como un padre exigente para él. Veterano
del Mando Aéreo de Transporte, había volado por África con los viejos Junkers y
DC-3. Le gustaba narrar anécdotas de esos tiempos, en los que la falta de
técnica y medios se suplía con mucha imaginación.
Consiguió inculcarle el hábito del trabajo
cuidadoso, preciso, metódico: “Recuerda, Alex. Hay pilotos viejos y pilotos
audaces, pero no hay viejos pilotos audaces. Lo que no te ha ocurrido nunca
puede pasarte en un segundo y debes saber reaccionar correctamente. Nunca
confíes en tu memoria. Para eso están las listas de chequeo, ni des las cosas
por hechas. Compruébalo todo, y no dejes nada a la improvisación.”
Eso fue lo último que le dijo al
abandonar la escuela de aviación, convertido ya en un flamante Piloto
Comercial.
Y aquí estaba.
Las grandes compañías no quieren
pilotos recién salidos de la escuela. Eso era algo que ya sabía. La manera de
hacer las horas necesarias es a base de duro trabajo, ingrato con frecuencia y
en ocasiones peligroso: correo, fumigación, extinción de incendios, pancartas
publicitarias, remolque de planeadores…..
Durante una temporada remolcó
planeadores en el aeródromo de Ódena, en Igualada. Recuerda con un cariño
especial esa época, ya como piloto profesional. Con la Socata Rally arriba y
abajo, arriba y abajo, soltando planeadores en una zona dominada por la hermosa
e impresionante mole de Montserrat.
Poco después tuvo la suerte de ser
contratado por una pequeña compañía de courier. No es que pagasen muy bien y
los vuelos eran generalmente nocturnos, pero con ese trabajo conseguiría las
horas necesarias. Ya no le quedaba mucho de estas aburridas incursiones
nocturnas en solitario.
Una voz femenina le devuelve a la
realidad:
-
EC-JVM, contacte con Barcelona Centro, buenas noches
-Valencia,
contactaré con Barcelona Centro, buenas noches y buen servicio, EC-JVM
Cambia la frecuencia en Com1, que ya
tenía preparada en Standby. “Estos son los detalles que me inculcó mi
instructor”- piensa, con una sonrisa.
-
Barcelona Centro, buenas noches. Con Vd. EC-JVM a nivel de vuelo 110
-
EC-JVM. Buenas noches. Contacto radar. Prosiga según plan de vuelo y notifique
10 millas Reus
-
Notificaré 10 millas Reus, EC-JVM
Echa un vistazo al DME observando que
aún tiene para un rato. El altavoz emite un chirrido.
-
EC-JVM, le notifico que hay una gran formación tormentosa en su ruta. A unas 20
millas delante suyo
-
Recibida información, gracias. EC-JVM
Se le disparan las alarmas. “No puede
ser”, se dice, “revisé cuidadosamente el Metar y el Tafor en la oficina de
Planes de Vuelo. ¿Cómo es posible?”.
Toma su maletín de vuelo y rebusca
entre los papeles. Es consciente de que en la costa mediterránea se pueden
formar súbitas tormentas al finalizar el verano. “Menudo tormentón. Y me tiene
que pasar a mí…..en mi teórico día de descanso. Y este chisme sin radar
meteorológico”.
El avión empieza a sufrir algunos
baches ligeros. La cabina se ilumina esporádicamente por el efecto de los
rayos. El fuego de San Telmo cruzando el
parabrisas dando un ambiente de irrealidad.
“Ante todo no ponerme nervioso-
reflexiona velozmente -. Este avión no puede pasar por ahí. A decir verdad,
ninguno que yo conozca. Por arriba, ni soñarlo. ¿Volver atrás?”
Esto último es lo que le aconseja su
prudencia, pero se resiste a tomar la decisión. Hoy lleva un transporte muy
especial: órganos para trasplantes. Y lo están esperando desesperadamente en
Barcelona. Por eso lo han sacado de la cama casi a tirones. Era su día libre,
pero el compañero que debía hacer el viaje se había roto un brazo esa misma
mañana. Contra la norma habitual, deberá volar solo. La naturaleza del
transplante no requiere siquiera el habitual equipo médico acompañante.
“Menuda noche para volar solo…”- piensa
- “Tengo que hacer lo posible por llegar. Alguien depende de mi carga”
No es que sea un idealista, pero Alex
es ante todo un profesional responsable. El tiempo apremia. Debe tomar una
decisión. “Tal vez por la costa……”
-
Barcelona Centro, aquí EC-JVM. Solicito cambio de rumbo hacia la costa para
evitar la tormenta
Sólo le contesta el ruido de estática.
Lo intenta una y otra vez. A través del
cristal sólo ve los relámpagos cruzando el cielo. Intenta con Reus
aproximación. Con Manises aproximación. Con otros tráficos, que podrían
orientarle ó al menos indicarle por donde eludir la tormenta…
“Nada, la tormenta debe ser tan fuerte
que interfiere las comunicaciones”.
De pronto, un fogonazo le deslumbra. La
ramificación de un relámpago le ha dado de lleno. Tarda unos minutos en
reponerse del susto y recobrar la visión nocturna.
“Decicido. Volveré atrás antes de
meterme dentro de esa tormenta”.
Cuando sintoniza el VOR de Valencia
observa que las agujas se mueven erráticas. Cambia las frecuencias, prueba la
de Maella, la de Calles. Nada. Sin señal.
GPS. Nada. Sin señal. El HSI girando.
El compás magnético oscila.
“Esto no puede ser, incluso el HSI. El
relámpago parece haber afectado a los sistemas electrónicos a base de bien”.
Un sudor frió comienza a deslizarse por
su espalda. La voz de su instructor suena dentro de su cabeza “Alex, perder los
nervios puede matarte fácilmente. No te des nunca por vencido. Intenta algo”.
Decide que lo más correcto es dirigirse
hacia el mar. Pero, una vez iniciado el giro, la tormenta lo rodea por
completo. No puede ver más que las nubes iluminadas por los relámpagos. Sin compás,
HSI ni referencias visuales no sabe hacia dónde va. Y sabe que en estas
circunstancias no debe fiarse de su instinto. “Alex, en condiciones de mala
visibilidad fíate de los instrumentos. Jamás del instinto”. ¡Cuánta razón tenía
su instructor! En estos momentos tiene la sensación de estar volando en
horizontal y sin embargo el horizonte artificial le indica que está en un
alabeo de 15 grados.
Como un relámpago más, cruza por su
mente la palabra mágica: combustible. Un vistazo al indicador le informa de que
le queda poco más de un cuarto de depósito.
“Bueno, al menos por ahí no hay
problema. Al menos de momento….”. Debería volver atrás, pero sin referencias
visuales ni instrumentos, ¿hacia dónde dirigirse?.
“Ya no sé a dónde voy. Estoy
completamente desorientado. Intentaré mantener un rumbo unos minutos y lo
cambiaré si no consigo salir de esta tormenta.”. Satisfecho con su decisión,
reduce la velocidad para ahorrar combustible. Su maniobra tal vez le lleve más
tiempo del esperado.
Durante un rato que le parece eterno,
cambia periódicamente de rumbo sin lograr su propósito. Prosigue con sus
intentos de comunicarse en todas las frecuencias, con un ojo puesto
continuamente en el indicador de combustible. ¡Qué solo se encuentra dentro de
la cabina! Si por lo menos tuviera a alguien con quien compartir su miedo…..
Finalmente las agujas de combustible
llegan a la fatídica zona de reserva.
“Sólo me queda bajar. Tal vez encuentre
un claro. Si llego a la costa, su iluminación me servirá de referencia”
Calcula que en los sucesivos cambios de
rumbo bien ha podido trazar un amplio círculo. Tal vez se encuentre de nuevo en
el punto inicial. Inicia el descenso. Sabe que por esta zona la altura mínima
de seguridad es de 6000 pies. Gases en idle. Abajo y con cuidado. Las
turbulencias zarandean el avión. Las manos comienzan a dolerle. Se mira los
blancos nudillos y se da cuenta de que está aferrando los mandos con todas sus
fuerzas. El sudor le ha pegado la camisa a la espalda. Siente sobre su cabeza
el pelo apelmazado. De pronto el altavoz cobra vida. El corazón le da un salto
en el pecho.
-
Parece que tienes problemas, ¿eh piloto?
Alex no puede creer lo que está oyendo.
Un controlador jamás se dirigiría a un piloto desconocido de esa manera. Debe
ser un radioaficionado, de esos que andan chafardeando por las bandas
aeronáuticas.
- ED-JVM a la estación que llama. Identifíquese
-
Un piloto como tú. Me llamo Paco. Voy a intentar echarte una mano
“Vaya- piensa Alex- uno de la vieja
escuela que se pasa las normas de comunicación por el arco del triunfo. Lo que
me faltaba”.
- Paco, muy bien. Me llamo Alex y estoy
completamente desorientado. Estoy en medio de una tormenta y un relámpago ha
alcanzado mi avión, dañándome varios equipos. Estoy intentando bajar y ver
algo. ¿Dónde estás tú?
-
En un aeródromo cercano. Te guiaré hasta aquí. No te preocupes
“¿Un aeródromo”- se pregunta incrédulo-
“Qué raro. El más próximo es Castellón. Tal vez sea uno privado de reciente
construcción. Por eso no aparece en las fichas. Yo que creía que me los conocía
todos…
“Alex, baja hasta 3000 pies manteniendo ese rumbo.
Vas en dirección a la costa
“¿Cómo sabrá este tío dónde estoy?
¿Oirá mis motores?” - se pregunta antes de añadir - Paco, ¿estás seguro?
- Tranquilo Alex. Confía en mí
Sabe que no le queda alternativa. Pocas
posibilidades más le quedan y esa parece tan buena como cualquier otra. Además,
3000 pies cerca de la costa es una altura segura.
-. Alex, gira a tu derecha ligeramente….bien,
suficiente
- ¿Cómo lo haces? ¿Tienes un radar o qué? Te oigo
estupendamente, como si te tuviese aquí, a mi lado. Debes tener un equipo
estupendo
-
Ya te dije que no te preocuparas. Te sacaré de ahí
Alex teme ser presa de alucinaciones.
Pero no, la voz suena muy clara. De pronto es consciente de que está confiando
su vida a un desconocido de quien no sabe nada, ni siquiera si es piloto como
afirma. No sabe por qué, pero esa voz le infunde confianza, algo que ha estado
a punto de perder hace unos minutos.
Fuera, sigue sin ver nada. Las ráfagas
de viento y las turbulencias continúan maltratando el avión. De vez en cuando
el granizo golpea el fuselaje como si se tratara de balas de ametralladora.
Un sobresalto más: como dos ojos
malignos se encienden las luces de alarma de bajo nivel de combustible. Calcula
que dispone de unos minutos más. Con el corazón en un puño espera oír en
cualquier momento el horroroso petardeo de una turbina que se apaga. De
memoria, pues en ese momento no está para consultar papeles, repasa el
procedimiento de parada de motores: hélices en bandera, mantener ángulo de
planeo, Vref……
- Alex, desciende a 1000 pies y mantén el rumbo.
Reduce tu velocidad. Ya estás muy cerca
- Recibido, Paco. ¿Tiene luces? ¿De qué aeropuerto
se trata?
-
No lo conocerás. Eres muy joven
Alex se extraña. ¿Qué demonios tendrá
que ver ser muy joven para conocer un aeropuerto?
- Alex, ahora todo depende de ti. Te deseo mucha
suerte
La capa de nubes comienza a disiparse.
Los relámpagos iluminan un fondo de olivares y viñas. Echa un vistazo al
indicador de combustible y la sangre se le hiela en las venas. Las agujas ya
están tocando fondo.
En ese momento, un rayo ilumina una
franja de terreno rectilínea y despejada. Tiene el aspecto de un campo de
ultraligeros. Unas luces al final le indican dónde termina la pista. Parece de
tierra, pero por otro lado es muy larga…. “demasiado larga para ser de
ultraligeros” piensa fugazmente.
Su entrenamiento como piloto se
superpone automáticamente al miedo a su propia muerte. Nunca estará lo bastante
agradecido a su viejo instructor por sus enseñanzas. Y por supuesto, si logra
salir de esta, deberá agradecérselo también a Paco.
Alex echa un vistazo al anemómetro,
saca flaps, tren abajo, luces de aterrizaje. Se prepara para tomar tierra en un
campo desconocido. El terreno se aproxima rápidamente. Corta gases y aterriza
con un solo rebote. Inversión de empuje y frenos. El avión se desplaza sobre el
barro. Las luces al final del recorrido parecen venir en su busca. A baja
velocidad, aparta el avión de la pista y estaciona sobre la hierba. Alex
efectúa los procedimientos de parada de forma automática, mientras suelta un
suspiro de alivio que resuena en toda la cabina.
Parada de turbinas. El silencio, sólo turbado por algún
trueno ocasional, es sobrecogedor. Las rodillas comienzan a temblarle. Con
manos trémulas enciende un cigarrillo. La primera bocanada le quema la
garganta. Expele el humo y deja que parte de la tensión se vaya con él.
“Bueno, socio. De ésta te has salvado”
se dice.
- Paco, ya estoy en tierra. Te debo una
- Adiós, Alex. Me alegro
mucho de haberte podido ayudar. Hasta otra
-
¿¿Cómo que hasta otra?? ¡¡Te debo la vida!!
Las luces al final de la pista
comienzan a moverse en su dirección. Alex no puede dar crédito a sus ojos
cuando algo pasa a toda velocidad frente a su avión, emitiendo un rugido
ensordecedor. Algo que sólo ha podido ver en fotografías color sepia y viejas
películas en blanco y negro.
“Debo estar soñando” - se dice.
La inconfundible silueta rechoncha de
un I-16. Un Mosca. Con las escarapelas de la aviación republicana y el número
194 en blanco destacando sobre el fondo oscuro.
Sólo acierta a distinguir las luces de
navegación y las chispas azules que emiten los tubos de escape antes de que se
lo traguen las nubes.
Epílogo :
Más tarde descubrió que el campo,
situado en las cercanías de Villafames, llevaba abandonado desde el final de la
Guerra Civil. Esa noche tuvo que caminar más de media hora hasta que encontró
una vivienda y pudo llamar por teléfono.
Barcelona Centro ya había dado la
alarma.
Una ambulancia llegó para hacerse cargo
de los órganos, que por fortuna llegaron a tiempo.
Alex nunca explicó a nadie lo que
realmente había sucedido aquella noche. Le hubiesen tomado por loco. Dió una
versión plausible de lo sucedido y el asunto se archivó.
Años después, convertido ya en
comandante de MD, se encuentra casualmente con su viejo instructor quien, ya
jubilado, cuando le invade la nostalgia - que es muy a menudo - se acerca a El
Prat para ver los aviones. Allí es una figura conocida y legendaria a la que
todo el mundo respeta.
Al viejo instructor se le humedecen los
ojos cuando contempla los cuatro galones dorados: “ Alex, te dije que habías
nacido para esto”
Alex siente de repente la necesidad de
contarle lo ocurrido aquella noche. Y, con algunos titubeos al principio, le
narra la historia. A medida que las palabras salen de sus labios, contempla
desconcertado cómo una expresión de auténtico estupor nubla el semblante del
viejo instructor. Sus ojos aún parecen más oscuros en la palidez extrema de su
rostro. Teme detenerse y preguntarle si se encuentra bien. Sabe que si lo hace
no podrá continuar. Y necesita desesperadamente poder confiarle su secreto,
albergado durante años en su pensamiento.
Finaliza su relato. El viejo lo
contempla y su mirada se pierde en las pistas que hay situadas a su espalda,
como si de repente su mente hubiese viajado a otro lugar, a otro tiempo.
- Nunca
te conté que yo empecé en esto de la aviación como mecánico. Y a la fuerza. Por
la maldita guerra civil.- hace una pausa y parece regresar de donde quiera que
hubiese estado- Con 18 años era mecánico de la 3ª Escuadrilla del Grupo 21 de
la caza republicana, que mandaba ese gran piloto que fue Francisco Tarazona.
Estábamos destinados en la zona de Valencia combatiendo el avance nacional.
Un
día me asignaron al avión de un piloto muy joven, de mi edad. Un novato más con
poca instrucción y muchas posibilidades de que lo bajasen los Fiat y los
Messers nacionales. Era un chico serio y reservado cuya humanidad, en una época
en que estaba muy devaluada, le hizo muy querido en toda la escuadrilla. Nunca
lo confesó, pero yo sé que su pasión era volar, aunque le horrorizaba hacerlo
para matar a otros seres humanos.
En
mas de una ocasión se arriesgó a que lo derribasen al proteger a un piloto que
bajaba en paracaidas. No era rara en esa época la salvajada de disparar a los
pilotos derribados en su descenso con paracaidas. Nunca distinguió el bando del
piloto derribado. Simplemente, era un compañero con problemas.
Un
día de mayo de 1939 hicieron una salida para escoltar a un grupo de bombarderos
Natacha. Fueron interceptados por un grupo de Fiat italianos y nuestros Moscas
se enzarzaron en un combate aéreo. Mi piloto fue malherido y regresaba a duras
penas a la base acompañado de Tarazona y otro compañero, quienes le intentaban
dar ánimos. Unas nubes bajas les hicieron perder el contacto durante unos
minutos y, cuando salieron de ellas, descubrieron que mi piloto había
desaparecido. Lo buscaron durante un rato, pero la falta de combustible los
obligó a regresar antes de haber dado con él.
Nunca
se encontró ni el avión ni el piloto.
Se
llamaba Francisco Sirvent y su avión llevaba el número 194 ….
En
memoria de todos los aviadores de nuestra Guerra Civil
Sin
distinción de escarapelas.
Joan
Velasco
Marzo/01